Yo de leyes se poquito. Conozco apenas la ley de la gravedad, que es la que dice que si se lanza a un gato desde un sexto piso, difícilmente viva para maullarla.
En 2017 se firmó la Ley 9458, Contra el Maltrato Animal, que es una ley que establece sanciones penales contra esa gente terrible que maltrata o mata animales.
A la ley había que aplaudirla y quererla y darle besitos porque, nos dijeron, al establecer sanciones penales, ahora sí, los maltratadores de perros y gatos iban a acabar en la cárcel y, por lo tanto, quien quisiera hacer daño a un animal, tendría miedo a ser condenado, dejaría de hacerlo, los animales no serían maltratados nunca más, el mundo se convertiría en un territorio de zaguates grandote y todo muy lindo y agárrense de las manos unos a otros conmigo.
En el 2017, aquel presidente que en campaña prometió establecer un mecanismo contundente para proteger a los animales en Costa Rica, estaba cumpliendo su promesa de campaña y se hicieron conciertos y bailongos y discursos.
Yo de leyes se poquito, pero otra cosa que se, es que la Ley Contra el Maltrato Animal establece castigos de hasta dos años de cárcel a quien cause la muerte de un animal doméstico y sé también que la legislación costarricense faculta a los jueces a dictar ejecución condicional de la pena cuando la pena en cuestión no exceda los tres años (como sucede por ejemplo en casos de las condenas por la muerte de un animal doméstico).
Hoy, tras hallarlo culpable de matar a un gato lanzándolo desde un sexto piso, se decidió que el señorito Gabriel Saborío, tiene que firmar cada mes y dejar de convivir con animales. Se decidió, pues, que se le condenaba a prisión, pero sin ir a prisión.
En otras palabras, la fuerte, contundente y plausible ley aprobada para condenar a quienes agredan animales, al menos en la sentencia dictada este lunes, se convirtió, apenas, en un saludo a la bandera, un sustillo para el muchacho que tiró al gato por el balcón, una advertencia para que no lo vuelva a hacer.
Si no va a la cárcel alguien que, no solo mató a un gato, sino que además lo hizo por diversión, grabó el hecho, lo compartió y estaba muerto risa mientras lo hacía; hay que tener claro que muy fuerte, muy contundente y muy plausible no era la ley. Y hay que tener claro, también, que con esta ley que celebramos porque iba a enviar a los maltratadores de animales a la cárcel, no va a ir a la cárcel nadie o casi nadie, que no es lo mismo pero es igual (diría el poeta).
Hoy se establece el primer antecedente en el que el artículo que condena la muerte de un animal doméstico, se convierte en un juicio costoso y mediático, pero con pocas consecuencias.
A esa gente que envenena perros y gatos, o los atropella y se da a la fuga, o tira animales por el balcón, la sentencia de hoy no le movió ni un pelo.
Yo de leyes se poquito pero se que si usted no tiene antecedentes y lo condenan a una pena menor a 3 años, muy salado tiene que ser para conocer un centro penal por dentro.
La reforma a la Ley de Bienestar Animal no fue ni fuerte ni contundente ni plausible ni ejemplar; poco había que celebrar cuando firmó la ley aquel señor que en campaña prometió proteger la fauna y siendo presidente se comió una avispa.